Memoria: ¿La poseen los hongos? La respuesta te dejará sin palabras.

Memoria: ¿La poseen los hongos? La respuesta te dejará sin palabras.

En el vasto y misterioso reino de los hongos, se esconden secretos relativos a la memoria que desafían nuestra comprensión de la biología y de la inteligencia natural. Durante siglos considerados simples organismos descomponedores o, en el mejor de los casos, delicias culinarias, los hongos están revelando capacidades que pertenecen a dominios cognitivos que creíamos exclusivos de los animales. Este artículo se propone emprender un viaje científico profundo, una investigación micológica sin precedentes, para explorar una pregunta radical: ¿poseen los hongos una forma de memoria? A través del análisis de estudios de vanguardia, datos experimentales y observaciones de campo, desentrañaremos el concepto de memoria biológica en las redes miceliares, examinando cómo estas estructuras complejas pueden aprender, adaptarse y transmitir información. Prepárense para ver el reino fúngico con ojos completamente nuevos, porque la respuesta a nuestra pregunta podría realmente dejarlos sin palabras.

 

Memoria: ese elemento que sitúa a los hongos fuera del reino vegetal

Antes de adentrarnos en el corazón del tema de la memoria, es fundamental enmarcar correctamente el objeto de nuestro estudio. Los hongos no son plantas. Pertenecen a un reino aparte, el Reino Fungi, con características biológicas, evolutivas y fisiológicas únicas. Esta distinción es el primer paso para apreciar la profundidad de los descubrimientos que estamos a punto de analizar. Su arquitectura básica, el micelio, es una red de filamentos tubulares llamados hifas, que exploran el sustrato en busca de nutrientes. Es a nivel de esta red, extendida e interconectada, donde emergen propiedades sorprendentes.

El micelio: una inteligencia distribuida en el subsuelo

El micelio representa el verdadero "cuerpo" del hongo, mientras que el carpóforo (el hongo que recolectamos) es solo el órgano reproductivo temporal. Esta red subterránea puede cubrir áreas inmensas, formando lo que se conoce como organismos coloniales entre los más grandes y antiguos del planeta. Un célebre ejemplar de Armillaria ostoyae en el estado de Oregón, por ejemplo, se extiende por casi 10 kilómetros cuadrados y se estima que tiene una edad de más de 2.400 años. Esta escala y esta longevidad sientan las bases para preguntarnos cómo un organismo tan vasto puede coordinarse y responder de modo unitario a los estímulos ambientales sin un cerebro central.

Comunicación e intercambio de información en la red

Las hifas que componen el micelio están en constante comunicación química y eléctrica. Intercambios de iones, moléculas señal y potenciales de acción viajan a través de la red. Este sistema de comunicación ha sido comparado por algunos investigadores con una forma primordiale de sistema nervioso distribuido. La capacidad de transmitir señales de un punto a otro de la red, y de modular estas señales en función de la naturaleza del estímulo, es un prerrequisito fundamental para cualquier forma de memorización de la información. Es el sustrato físico sobre el que podría basarse la memoria de los hongos.

 

Definir lo indefinible: ¿qué es la memoria en biología?

Cuando hablamos de memoria, nuestra mente corre inmediatamente hacia los recuerdos personales, las experiencias almacenadas en nuestra corteza cerebral. Sin embargo, en biología, el concepto de memoria es mucho más amplio y matizado. Para evaluar si los hongos poseen una memoria, debemos primero expandir nuestra definición más allá del modelo neurocéntrico. La memoria, en sentido amplio, es la capacidad de un sistema de conservar información derivada de experiencias pasadas y de utilizarla para influir en las respuestas futuras. Esta definición se aplica a varios niveles, desde el genético al celular, hasta el de organismos complejos.

Memoria inmunitaria, memoria epigenética y memoria de sistema

Incluso organismos carentes de sistema nervioso, como las plantas, muestran formas de memoria. Las plantas pueden "recordar" períodos de estrés hídrico o ataques de patógenos, activando respuestas defensivas más rápidas y eficaces upon a un encuentro posterior. Esta es una forma de memoria inmunitaria. Del mismo modo, la memoria epigenética – modificaciones químicas del ADN que regulan la expresión génica en respuesta al ambiente – es una forma de información conservada y transmitida. Si aceptamos estas como formas legítimas de memoria, entonces la pregunta ya no es "si" los hongos tienen memoria, sino "qué tipo" de memoria poseen y cómo se manifiesta.

De los comportamientos simples al aprendizaje complejo

La memoria no es un fenómeno binario, sino un espectro. Por un lado, podemos tener un simple adaptación fisiológica a un estímulo (por ejemplo, la habituación). Por otro lado, podemos tener un aprendizaje asociativo complejo, como el estudiado en los vertebrados. El desafío de la micología moderna es situar las capacidades de los hongos a lo largo de este espectro. Las evidencias experimentales, como veremos, sugieren que la posición de los hongos podría ser mucho más avanzada de lo que imaginábamos.

Tabla 1: Escalas de la memoria biológica
Tipo de MemoriaDefiniciónEjemplo¿Presencia en los hongos?
Memoria GenéticaInformación codificada en el ADN y transmitida hereditiariamente.Comportamientos instintivos.Sí (base de la especie).
Memoria EpigenéticaModificaciones regulatorias del genoma en respuesta al ambiente.Adaptación a estrés repetidos.Evidencias crecientes.
Memoria Celular/FisiológicaCambios en el estado fisiológico de una célula o red.Habituación a un estímulo.Fuertes indicios experimentales.
Aprendizaje AsociativoConexión entre dos estímulos no relacionados.Condicionamiento clásico (Pávlov).En estudio, primeras evidencias.

 

El experimento revolucionario: cuando el hongo aprende el laberinto

Uno de los experimentos más citados y significativos en el campo de la cognición fúngica fue conducido por el investigador Toshiyuki Nakagaki con el hongo mucilaginoso Physarum polycephalum. Aunque técnicamente un mixomiceto (ahora a menudo clasificado en el grupo de los Protistas), Physarum es estudiado por los micólogos por su comportamiento similar al de una red miceliar y por sus extraordinarias capacidades de resolución de problemas. Nakagaki colocó una muestra de Physarum en la entrada de un laberinto, con una fuente de comida (avena) en la salida. El hongo exploró el ambiente, extendiendo sus seudópodos a través de todos los caminos disponibles.

De la exploración casual a la optimización eficiente

Inicialmente, el hongo llenó cada corredor del laberinto. Sin embargo, una vez encontrada la comida, retiró su masa de los callejones sin salida y de los caminos más largos, consolidando solo el trayecto más corto y directo entre el punto de partida y la recompensa alimentaria. No solo había resuelto el laberinto, sino que también había "memorizado" la solución. Cuando el experimento fue repetido, la misma muestra de Physarum encontró el camino más rápidamente, demostrando un claro aprendizaje de la experiencia anterior. Esto no es un simple tropismo (crecimiento hacia un estímulo), sino un comportamiento plástico y adaptativo guiado por un objetivo.

El sustrato físico de la memoria en Physarum

¿Cómo hace un organismo sin neuronas para memorizar un camino? La respuesta parece residir en su arquitectura interna. Physarum es un plasmodio, una masa multinucleada de citoplasma que fluye rítmicamente. Los investigadores han descubierto que el hongo "imprime" la memoria del camino en el patrón de sus oscilaciones citoplasmáticas y en la estructura tubular interna. Los tubos que forman el camino óptimo son reforzados, mientras que los inútiles son desmantelados. La memoria está por lo tanto literalmente esculpida en la forma física del organismo. Esto proporciona un modelo tangible para comprender cómo una red miceliar podría, en principio, hacer lo mismo.

 

Memoria y respuesta a los estrés ambientales: la resiliencia del micelio

Además de los laberintos artificiales, las redes miceliares deben enfrentar desafíos ambientales reales y complejos en su hábitat natural. La disponibilidad de nutrientes es heterogénea, las condiciones de humedad y temperatura fluctúan y pueden presentarse eventos traumáticos como daños físicos a la red o el encuentro con sustancias tóxicas. La capacidad de "recordar" estos eventos y de adaptar su crecimiento en consecuencia es una enorme ventaja evolutiva.

Memoria de los estrés abióticos: sequía y temperaturas extremas

Estudios sobre hongos como Pleurotus ostreatus (el común hongo ostra) han mostrado que un preacondicionamiento a leves estrés hídricos o térmicos puede inducir una respuesta de "endurecimiento". Cuando posteriormente es expuesto a un estrés más severo del mismo tipo, el micelio muestra una resiliencia significativamente mayor en comparación con un micelio no preacondicionado. Esto sugiere que la primera exposición ha desencadenado cambios fisiológicos (por ejemplo, la acumulación de osmolitos protectores o proteínas de choque térmico) que son "mantenidos" durante un cierto período, constituyendo una memoria fisiológica del estrés.

Memoria de los estrés bióticos: interacciones competitivas y defensivas

Cuando el micelio de un hongo entra en contacto con el de otra especie o de una cepa competitiva, a menudo se verifica una "línea de demarcación" donde los dos micelios dejan de crecer o entablan una guerra química. Experimentos han demostrado que, si un micelio es hecho crecer en un ambiente previamente ocupado por un competidor (incluso después de que este ha sido removido), muestra una respuesta defensiva más rápida y agresiva. Parece que el micelio es capaz de percibir las señales químicas dejadas por el competidor y de "recordar" la amenaza, preparándose para un eventual nuevo encuentro. Esta es una forma de memoria inmunológica interespecífica.

Tabla 2: Tipos de memoria ambiental observados en las redes miceliares
Estímulo AmbientalRespuesta InicialMemoria/Respuesta a Largo PlazoMecanismo Presunto
Deficiencia hídricaRalentización del crecimiento, producción de antioxidantes.Resistencia aumentada a sequías sucesivas.Acumulación persistente de osmolitos (ej. trehalosa).
Presencia de un competidorProducción de metabolitos antifúngicos, engrosamiento de paredes hifales.Respuesta defensiva más rápida y potente al siguiente encuentro.Modificaciones epigenéticas o priming del sistema de señalización.
Daño mecánico a la redCierre de los septos, aislamiento del área dañada.Re-crecimiento preferencial a lo largo de caminos "seguros" conocidos.Mapeo interno del estado de la red (memoria estructural).
Nutrientes complejosProducción de enzimas hidrolíticos específicos (ej. celulasas).Producción más rápida y eficiente de los mismos enzimas upon a un nuevo encuentro.Mantenimiento de pools de ARNm o enzimas (memoria enzimática).

 

El debate científico: ¿inteligencia, conciencia o solo compleja fisiología?

Las evidencias experimentales que hemos descrito son innegablemente fascinantes, pero su interpretación es objeto de un acalorado debate en la comunidad científica. Por un lado, hay investigadores como el prof. Andrew Adamatzky, que habla abiertamente de "inteligencia de los hongos" y de "computación fisiológica", viendo en las redes miceliares verdaderos ordenadores biológicos no neurales. Por otro lado, muchos científicos más cautos invitan a no antropomorfizar excesivamente estos procesos, atribuyéndolos a mecanismos fisiológicos complejos pero puramente automáticos y carentes de intencionalidad.

El argumento de la complejidad emergente

Los sostenedores de la "simple fisiología" argumentan que comportamientos aparentemente inteligentes pueden emerger de redes de reacciones bioquímicas y retroalimentaciones sin la necesidad de un plan o de una consciencia. El comportamiento de Physarum en el laberinto, por ejemplo, puede ser modelado con algoritmos de optimización basados en simples reglas de atracción (comida) y repulsión (luz). La memoria, en esta visión, sería solo el estado persistente de estas configuraciones bioquímicas.

El argumento de la analogía funcional

Los investigadores de la escuela "cognitiva" replican que, si un sistema biológico resuelve problemas, aprende de la experiencia y adapta su comportamiento de modo flexible para alcanzar un objetivo, entonces está exhibiendo una forma de inteligencia, aunque radicalmente diferente de la nuestra. Subrayan que la búsqueda de una analogía estructural (las neuronas) es engañosa; lo que cuenta es la analogía funcional. Si la función (memoria, aprendizaje) es similar, entonces tiene sentido utilizar estos términos, aunque con las debidas precisiones. La memoria de los hongos, por lo tanto, no sería como nuestra memoria episódica, sino una memoria procedimental, corporal, encarnada en la misma estructura del micelio.

 

Implicaciones y perspectivas futuras: de la micología a la inteligencia artificial

El estudio de la memoria y de las capacidades computacionales de los hongos no es solo una curiosidad académica. Tiene profundas implicaciones en campos que van desde la agricultura hasta la biocomputación, pasando por la filosofía de la mente. Comprender cómo las redes biológicas resuelven problemas complejos sin un centro de control puede inspirar nuevos paradigmas tecnológicos.

Micorrizas y agricultura sostenible: redes de comunicación del suelo

Las micorrizas, asociaciones simbióticas entre hongos y raíces de las plantas, forman extensas redes en el suelo (la "Wood Wide Web"). Si estas redes poseen una forma de memoria y de capacidad de transferir información, podrían desempeñar un papel crucial en la resiliencia de los ecosistemas forestales y agrícolas. Un hongo micorrízico podría, por ejemplo, "recordar" una previa carencia de fósforo y dirigir más eficientemente este nutriente hacia las plantas en caso de nuevo estrés, o "avisar" a plantas vecinas de la presencia de un patógeno. Explotar esta memoria ecológica de las redes miceliares podría revolucionar las prácticas de agricultura regenerativa.

Biocomputación y materiales inteligentes

El trabajo de Adamatzky y otros ha mostrado que es posible utilizar el micelio de hongos como sustrato para construir circuitos lógicos rudimentarios y sensores biológicos. La capacidad del micelio de memorizar caminos y responder a estímulos lo convierte en un candidato ideal para el desarrollo de ordenadores no silíceos y biodegradables. En el futuro, podríamos tener dispositivos electrónicos cuyo "cerebro" es un cultivo de hongos, capaces de adaptarse y auto-repararse. Además, el estudio de la memoria estructural de los hongos inspira la creación de nuevos materiales inteligentes que pueden cambiar de forma y propiedades en respuesta al ambiente, "recordando" configuraciones anteriores.

La investigación continúa: las fronteras de la micología cognitiva

El camino por recorrer es aún largo. Las preguntas abiertas son numerosas: ¿cuál es la duración de la memoria miceliar? ¿Minutos, horas, días? ¿La información aprendida puede ser transferida de una parte a otra de una red gigante? ¿Existe una forma de herencia de memorias adquiridas cuando un hongo se reproduce? La investigación futura, combinando técnicas de genética, bioquímica, ecología y ciencias computacionales, buscará responder a estos interrogantes. El campo de la micología cognitiva está solo al principio, y cada nuevo descubrimiento tiene el potencial de sacudir los fundamentos de la biología tal como la conocemos.

 

 

Memoria: una nueva visión del reino fungi

A la pregunta "Memoria: ¿los hongos la tienen?", podemos ahora proporcionar una respuesta articulada y apoyada por datos. Sí, los hongos y los organismos similares muestran innegablemente una forma de memoria. No es la memoria narrativa y consciente de los seres humanos, pero es una memoria biológica, procedimental, encarnada en su estructura física y en sus estados fisiológicos. Es una memoria que les permite aprender de los daños, optimizar la búsqueda de comida, prepararse para estrés futuros y competir más eficazmente. La memoria de los hongos es un fenómeno real, medible y profundamente fascinante que nos obliga a repensar los límites de la inteligencia, del aprendizaje y de la cognición en el mundo viviente. El reino fungi, de simple reino de descomponedores, se está revelando como un laboratorio natural de inteligencia distribuida y de resiliencia, cuyas lecciones podrían inspirar el futuro de nuestra tecnología y de nuestra comprensión de la vida misma.

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